sábado, 3 de mayo de 2014

LA TUMBA HUMANA
Basada en un hecho real      ( Irak )
CAPITULO 4 

Al llegar a Moscú no sabía dónde ir, empecé a pasear, entré en un bar que había mucha gente, hombres extranjeros, mujeres, intenté acercarme a uno que parecía árabe, le pregunté de donde era, me contestó que de Siria, me dio dos besos y me invitó a una cerveza, al hablarle en árabe le había inspirado confianza, le seguí la conversación, lo que me interesaba en realidad era su documentación y su pasaporte, le conté que no tenía ningún sitio donde ir, él me invito a acompañarle diciendo que tenía sitio de sobras, sólo me quedé una noche, le robe toda la documentación y me marche. Al día siguiente me encargue de falsificar su documento y su pasaporte, se llamaba Mustafa Abd , yo tenía que intentar salir de Rusia como fuera y esa era mi única oportunidad, fui a la embajada turca a pedir el visado, me lo dieron sin problemas, la falsificación era muy buena. Como no tenía dinero, empecé a robar en un hotel en el que casi todos los huéspedes eran extranjeros, robe casi mil quinientos dólares americanos, compré un mapa y me fui rumbo a la frontera de Turquía. Una vez en el tren empecé a ver el mundo de otra manera, yo era el capitán, el único que podía mandarme, por fin  empezaba a tomar decisiones. Salí de Rusia y entré en Turquía después de pasar muchos controles y registros, gracias a mi tez morena, mi dialecto árabe y mi perfecto inglés no levanté ninguna sospecha, yo era Mustafa Abd , otra persona que acababa de nacer, era libre y quería conocerlo todo, pero por encima de todo quería volver a España.
La emoción por la nueva situación de libertad no me dejaba reaccionar con lógica, eran los primeros días de una nueva vida, una nueva aventura, olvidaba que había nacido por equivocación, olvidaba que yo no era nadie, iba a todos los lugares que me apetecía, tenía suficiente dinero para poder permitírmelo.
En Turquía las cosas no iban muy bien eran tiempos de pos guerra, reinaba la pobreza y la miseria en sus calles, Estambul era una ciudad muy grande pero no había nada para mí, decidí marcharme iría a Egipto a ver  a Catherin. Como mi pasaporte era sirio fui a la embajada egipcia a pedir el visado, me comunicaron que no lo necesitaría, me apresuré a coger un avión para El Cairo, una vez dentro cuando despegamos, miré hacia abajo y me sentí como un pájaro volando libre.
Juanjo contaba esta parte de la historia algo nervioso como si la reviviera, era cada vez más emocionante, continuaba explicándome las sensaciones dentro del avión hasta que su rostro cambio radicalmente de expresión y  me dijo:
-          Si amigo mi alegría sólo duró hasta que el avión aterrizó, en los controles de pasaporte desconfiaron después de mirarme el pasaporte, aún no entiendo cómo pudo ocurrir, me preguntaron cuál era el motivo de la visita, yo les dije que iba de vacaciones, notaron que mi idioma no era nativo, supongo que por el acento, no sé, no sé, cogieron el pasaporte y me dijeron que esperara, al volver vino el funcionario de aduanas con dos policías, me comunicaron que ese era el final de mi trayecto, me tomaron declaración, querían saber porque había entrado en Egipto    y de donde era en realidad, yo en ese momento pensé que debía permanecer tranquilo si quería salvarme, si se me escapaba decir que era del K.G.B. no sólo los egipcios me acusarían, lo harían también los rusos. Para justificar mi origen tenía que decir cualquier país, sabía que España estaba en contra de los rusos, pero no podía justificar nada, estaba perdido, lo única opción era no decir nada, ellos al final me tomaron por turco, con eso sólo me podían condenar por falsificación. Estuve en las dependencias del aeropuerto casi dos semanas, lo que me salvó fue que no pudieron averiguar de quien era realmente el pasaporte porque yo había cambiado el número y el nombre, el último día me llevaron en un furgón a una comisaria de la ciudad, volvieron a interrogarme, no respondí nada, el oficial que me interrogaba cada vez estaba más furioso, a mí me hubiera gustado haber podido explicar toda la verdad pero escapar de Rusia era un crimen, te podían enviar a Siberia o algo peor. El oficial ya un poco harto me pidió por favor que le dijera alguna cosa para poder rellenar el informe, me ofreció su bolígrafo y me dijo que lo escribiera yo mismo, le dije que mi nombre era Juanjo y que tenía 20 años. Insinuó si era terrorista, espía o ladrón a lo que contesté con un no rotundo, después se interesó por los idiomas que hablaba, en que trabajaba, los títulos que tenía... Yo de títulos no sabía nada y de trabajo  sólo el de la fábrica pero esa información no podía facilitarla, le contesté que nada. Llegaron a torturarme para conseguir que hablara, aguanté 20 días, al final supongo que ya un poco cansados de mí, me ficharon y me mandaron a una celda, me dijeron que cuando quisiera hablar ya diría algo mientras ellos intentarían averiguar por su cuenta quién era y de dónde venía. Estuve casi un mes en la celda, después me enviaron al juzgado y me encerraron en régimen de prisión provisional, estaba como aquí aislado, me retuvieron  unos tres meses. Cuando salí ya era para el juicio, me preguntaron si quería alegar algo en mi defensa, yo contesté que no, el fiscal me acusaba de terrorista y pedía cadena perpetua, el abogado de la defensa intentaba que fueran 8 años por falsificar documentos, fingir ser otra persona e intentar entrar en otro país de manera ilegal. Al final el juez me condenó a 8 años con la condición de poder apelar si se sabía alguna novedad o yo por iniciativa propia aportaba algo nuevo. En la cárcel me volvieron a aislar de los demás presos, había toda clase de delincuentes, tenías que ir con los ojos bien abiertos para que no abusaran de ti o te agredieran, entablé relación con algunos que eran traficantes de droga, me hice amigo de alguno de ellos, aún no sé cómo pude permanecer allí un año y ocho meses, intenté que me ayudarán a salir de la cárcel pero uno de ellos dio el chivatazo, yo les había contado que era espía, cuando se enteró la policía me mandaron llamar y me ofrecieron que trabajara para ellos. Pero había un problema, tenían una buena relación con Rusia y a mí me podían volver a mandar a Moscú, eso me daba miedo, yo estaba dispuesto a aceptarlo todo con tal que no me mandaran a Rusia. El trató fue que tenía que ir  a Israel y desde allí mandar informes, yo hablaba hebreo y además sería otra vez libre, era mi oportunidad. Les pedí algo de tiempo para poder pensarlo, al volver a la celda me di cuenta que yo era un verdadero desastre, no podría salir ni tampoco vivir libre, siempre tenía problemas para cumplir las órdenes, estuve pensando que sería lo mejor, al final decidí aceptar.
Juanjo miró la pared pensativo, calló unos instantes como si tratará de responderse porque aceptó esa proposición, habían pasado muchos años y aún no tenía respuestas, titubeo un instante como si fuera a decirme algo importante pero al final no dijo nada referente  a su decisión y siguió el relato:
-          Los oficiales de la comisaria hicieron que les contase todo lo que sabía, les conté un poco todos los conocimientos que tenía y al cabo de dos días vinieron a verme unos agentes militares, empezaron a preguntarme de nuevo quien era, de donde era y para qué país había trabajado. Yo me estaba hartando de tanta presión, les contesté a todo lo que me preguntaron, me exigieron una garantía para poder fiarse de mí, pero yo no tenía nada para darles, les dije que si prometían no devolverme a Rusia yo haría lo que me pidieran. Al día siguiente me llevaron a un cuartel egipcio, me instalaron allí bajo vigilancia de dos soldados, no estaba preso pero tampoco era libre, allí me explicaron la creación del estado israelí y los peligros de su política, también me informaron como era el terreno, las ciudades, los militares más famosos, querían información sobre el ejército israelí y sus intenciones. Yo tenía que descubrir e informar de todo eso que me habían dicho, a cambio si las informaciones eran correctas yo cobraría una buena suma de dinero que aumentaría si era capaz de crear una red de espías en Israel. Todo lo que me decían para mí carecía de sentido, sólo me importaba salir, poder vivir fuera en libertad.
-          Imagino como debías sentirte- le dije un poco emocionado, era como me sentía yo mismo desde que estaba encerrado en la cárcel, añorando a mi familia y mi tierra.
-          Si fue duro- continuó- Estuve dos meses en ese cuartel, me hicieron fotos otra vez y me inscribieron como judío, mi nombre sería Jacob Peres Dayan, nacido el once de febrero de 1932, lo tendría todo en regla, pasaporte egipcio, religión judía... Me dieron mil dólares para ir  a Inglaterra y desde allí tomar un avión hacia Jerusalén, tenía que contactar con un tal Mohmud Abas en la ciudad de Ramala, él  tendría las instrucciones para mí. Acordamos que pediría en Inglaterra la emigración como judío a Israel, me volvieron a asegurar que tendría lo que quisiera si informaba correctamente, empezaba para mí una nueva vida otra vez, me dejaron medio libre pues estaba vigilado constantemente por dos personas que vinieron conmigo hasta Londres, al llegar también se alojaron conmigo, me vigilaron hasta que fui a la embajada israelí, cuando hube cumplimentado los trámites se aseguraron que me iba a Israel, yo en el fondo también quería ir, nadie sabe lo que está escrito en su destino final.
Me marché un sábado, lo único que deseaba era no volver a Rusia y me había propuesto hacer lo que hiciera falta para conseguirlo, en la embajada israelí no pusieron ninguna pega, me facilitaron la entrada enseguida, me vieron joven, hablando hebreo, ¡incluso me pagaron el billete y me dieron algo de dinero! Conocía a fondo el terreno gracias a la información que tenía, todo sería diferente.
Juanjo interrumpió el relato, alegó que ya no era capaz de hablar más rato, ya era muy tarde y prefería dejarlo para otro día, nos levantamos de las sillas y hasta tuvimos que estirar piernas y brazos para desentumecer los músculos, llevábamos demasiado rato sentados hablando.
Al día siguiente por la mañana yo estaba esperando que me llamaran para ir a limpiar la cocina cuando vino el guardia y me dijo que recogiera todas mis cosas para cambiar de celda. Estaba sorprendido, no esperaba que todo fuera tan rápido.
-          ¡Venga chico que ya te vas de aquí!- dijo Juanjo felicitándome.
-          Hubiera preferido quedarme- le contesté en voz baja- pero volveré, tú y yo tenemos algo pendiente, me tienes que acabar de contar tu historia.
-          Hasta la vista amigo mío.
Yo esperaba que me trasladaran a los pabellones con mis compañeros pero me llevaron a la primera celda en el mismo pasillo aislado donde estaba con Juanjo. Ahora estaba solo vaya decepción ¿por qué?  hacia todo lo que me mandaban ¿qué significaba todo esto?. Pasaron días y días sin que nadie viniera preguntando por mí, por las mañanas veía a Juanjo mientras nos hacían el recuento.
-Chico te he pegado el gafe- me dijo un día.
Harto ya de tanta incertidumbre llame al guardia y le dije que quería ver al jefe, estaba desesperado, cuando estas solo los días parecen meses, no tenía nada en que entretenerme, al final el jefe me llamó. Entré en su despacho y le saludé.
-     ¿Te lo pasas bien en la celda?- preguntó algo irónico.
-          Sólo me gustaría saber el motivo del cambio.
-          Aquí tienes que cumplir tu condena y obedecer, tú tienes que olvidar y nosotros también.
-          Estoy de acuerdo, pero yo ya estaba aislado no sé porque ahora encima estoy solo.
-          Tú estás en los pabellones, exactamente en el pabellón B.
En el momento en que oí esas palabras sentí un gran alivio, estaría otra vez con mis compañeros, pero me entristecí por Juanjo que ahora estaba solo en su celda sin poder hablar con nadie. Al abandonar mi celda le pregunté al guardia si podía despedirme de Juanjo, me permitió un segundo solamente, fui corriendo y le comuniqué que me trasladaban al pabellón B, me deseó suerte y me aconsejó no quedarme mucho tiempo en la cárcel, le dije que ya inventaría alguna excusa para volver a verle y que me siguiera contando su historia, el asintió emocionado y me dijo adiós.
Me marché con el guardia hacia los pabellones, allí todo era diferente, ahora estaba con mucha gente, me instalé juntó a un chico con el que no tardé en trabar amistad, volví a ver a mis compañeros que se extrañaban que hubiera estado tanto tiempo aislado, me preguntaban si era debido a algún castigo, pero ni yo mismo sabía el motivo, no podía contestar sus preguntas.
No supe nada de Juanjo en meses, le hacía mandar comida de la que me traía mi familia cuando me visitaba, me acordaba a menudo de él, mi situación había cambiado por completo, ahora tenía más espacio, me podía mover mi único objetivo era anular el tiempo, hacíamos como si no existiera, nos daba igual que fuera de día o de noche, los libros de la cárcel eran todos referentes al partido Baas o a Sadam Hussein, nadie los leía, hacíamos gimnasia, jugábamos a fútbol. Había gente que decía que les quedaba tanta condena que morirían allí dentro, a mí eso no me preocupaba, no preguntaba ni el día de la semana. Empecé a hacer manualidades bolitas de cristal y bolsos como los que hacía Juanjo, era para entretenerme y no sentirme tan vacío. Me despertaba cada día a las nueve para el recuento, salíamos a la sala grande nos poníamos en fila y contaban que todo estuviera correcto, después dejaban los pabellones abiertos hasta la una que hacían el segundo recuento a las nueve de la noche era el último, eran los únicos referentes temporales con los que contábamos en esos pabellones abarrotados de presos. En la sala de abajo había un televisor, se podían ver los canales que había en Irak, en uno siempre retransmitían las visitas de Sadam Hussein a Siria y a las zonas de Irak, en el otro se podían oír las canciones que dedicaban también  a Sadam y algunas imágenes de la guerra contra Irán.
 Seguía pensando en Juanjo quería saber más de él y su historia, tenía que buscar una excusa para poder ir  a verle, algo grave pero no lo suficiente para que me castigaran, pensé en quedarme en la celda durante el recuento, cuando empezó a sonar la alarma hubo un caos considerable, todos los guardias corrían y se formó un gran revuelo, al ver todo lo que sucedía salí de la celda asustado, vi a todos los guardias apuntándome y los demás presos quietos sin moverse, llamé  a un guardia y le dije:
-          Si me buscáis a mí estoy aquí.
Me cogieron y me pusieron al final de todos, me esposaron y me taparon los ojos con una venda, volvieron a contar a los otros presos y me condujeron a lo largo de unos pasillos, cuando me quitaron la venda vi que volvía a estar en el despacho del “jefe”, el director de la cárcel me  preguntó qué había sucedido.
-Tenía diarrea señor y me fue imposible salir en ese  momento.
Empezó a reír al escuchar mi respuesta.
-          Podías haber ido antes al lavabo.
-          Si señor pero estaban todos ocupados, hay muchos presos.
-          ¿No te habían dicho que esto es una falta muy grave?. Es como si te hubieras intentado escapar.
-          No lo sabía señor no me lo habían dicho.
-          Dadle 30 latigazos en las piernas i aisladlo quince días- dijo dirigiéndose a sus hombres.
Me llevaron a una celda oscura donde estaba la sala de espera y el cuarto de la limpieza, me dieron los 30 latigazos en los pies y me encerraron. Noté como se me hinchaban los pies, un gran dolor subía por mi cuerpo,  uno de los presos que venía a recoger cosas al cuarto de la limpieza se acercó a mi celda y me dijo:
-          Intenta correr por la celda, muévete o tus pies se paralizarán.
Cumplí mis quince días de castigo sin luz, después me llevaron a las celdas aisladas y me volvieron a poner solo, por la mañana en el recuento Juanjo me vio.
-          Chico ¿qué tontería has hecho?- preguntó contrariado.
-          Quería volver a estar contigo unos días pero no me ha salido bien.
-          Te he pegado el gafe.
El guardia interrumpió la conversación recordándonos que no estaba permitido hablar durante el recuento, nos volvieron a meter en la celda, me senté en la cama mirando a la puerta, estaba arrepentido de lo que había hecho, no podía estar con Juanjo y encima había pasado 15 días incomunicado. Esa tarde Juanjo empezó a cantar una canción muy fuerte, era una canción para un amigo, yo le escuchaba y me imaginaba que seguramente estaba bailando  como yo le había visto hacerlo tantas veces, me reía imaginándomelo, el cabo de poco rato calló y volví a entristecerme, después de darle muchas vueltas decidí decirle al “jefe” lo que pensaba, no tenía nada que perder, más aislado ya no podría estar, llamé al guardia y le pedí que le dijera que quería hablar con él, prometió avisarle.
Al día siguiente después del recuento vino el guardia y me llevó otra vez al despacho del director, al verle le saludé y le pregunté si era posible hablar con él a solas, primero desconfió un poco pero al final le pidió a los guardias que esperaran fuera, una vez hubieron salido me dijo que hablara.
-Perdone mi osadía señor pero quería pedirle que ya que Juanjo y yo estamos aislados, haber si podríamos quedarnos en el pasillo hablando una hora después del recuento.
-          Ya sabes que ese preso al que te refieres no puede estar con otros presos, está condenado a cadena perpetua en aislamiento total.
-          Lo sé señor, pero seguro que usted como todo ser humano sufre al ver a un viejo solo tanto tiempo, si hice esa tontería del recuento fue sólo porque quería estar otra vez en la celda con él, es una hora al día para poder hablar lo que le pido.
-          Tendría que dejarte mucho tiempo aislado y no me lo permiten, te dejaré que lo hagas los días que estés allí, podréis estar hasta las dos, pero cuando termine tu castigo olvídate de que yo te he permitido esto ¿ de acuerdo?.
-          Sí señor, muchas gracias.
Volví a la celda y efectivamente al cabo de una hora vinieron y abrieron la puerta, pude salir y saludar a Juanjo dándole un fuerte abrazo.
-He hablado con el director, nos dejaran una hora cada día para que podamos pasear por aquí- le conté muy emocionado.
-          Chico ¿qué dices? Eres un valiente a ese tío nadie le cae bien, es una mala persona, a mí los primeros días de estar aquí me pego una paliza y yo le mordí una oreja para defenderme, casi se la arranqué por eso ahora me llama  “el mordedor” y le cuenta a todo el mundo mentiras sobre mí para asustar a los que quiere castigar, hay presos que han estado conmigo en la celda y no se han atrevido ni a darme la mano.
-          A mí también me lo contaron pero como yo no lo había visto no les hice mucho caso.
-          Me alegro- contestó sonriendo.
Estuvimos toda la hora paseando mientras  hablábamos de lo que habíamos hecho esos últimos meses, después vinieron los guardias para meternos en las celdas hasta al día siguiente. Por la mañana cuando salimos para hacer el recuento no nos cerraron las puertas Juanjo decidió que desayunaríamos juntos en su celda, el se encargó de prepararlo todo, fue muy agradable podernos sentar y hablar tranquilamente, le pedí que me acabara de contar su historia, la habíamos dejado en un momento muy emocionante la última vez.
-          Acabaré de contártela porque no sé si saldré nunca de aquí para poderlo contar a nadie más y lo que me ha pasado a mí en la vida es muy difícil que le haya ocurrido a nadie ¿dónde nos quedamos la última vez?.
-          En un avión rumbo a Israel.    
-          Sí ya recuerdo, estaba en el avión y lo único que pensaba era que tenía que aprovechar aquella oportunidad, quería trabajar para Egipto e intentaría esmerarme para que esta vez todo saliera bien. Cuando llegué a Jerusalén, me dirigí a la oficina de inmigración para arreglar los papeles de entrada al país, fueron muy amables conmigo incluso me acompañaron a un hotel en el que me dijeron que podía quedarme hasta que me hicieran una entrevista  para buscarme un puesto de trabajo y un sitio para vivir,  todos los que trabajaban en esa oficina eran jóvenes voluntarios, uno de ellos me animó a alistarme con él al ejército, me contó que cobraría más que trabajando en una fábrica, no me lo pensé dos veces y le dije que ya podía apuntarme. Pasados un par de días me llamaron para hacer la entrevista, me preguntaron dónde había nacido, cuantos hermanos tenía, quienes eran mis padres... hubo preguntas que no pude contestarlas, creo que fue cuando empezaron a sospechar de mí, por último me preguntaron si prefería trabajar o seguía con mi idea de alistarme en el ejército.
-           Lo que más deseo es hacer el servicio militar como voluntario- les contesté muy serio.
Mi entrevista como ves fue un verdadero desastre así que me mandaron a un cuartel  bajo vigilancia, para intentar arreglar un poco las cosas una vez allí les dije que mi verdadera afición eran las telecomunicaciones, les enseñe como arreglaba los aparatos y se dieron cuenta que no era un novato, mi oficial mando un informe sobre mis aptitudes y talentos a su superior, la respuesta llegó por télex, tenía que apuntarme a un curso y si lo pasaba me subirían de graduación, la idea no era muy emocionante pero después de reflexionar un poco me di cuenta que no tenía más remedio que ir a hacer el curso, en la primera clase me di cuenta que los instrumentos que se utilizaban eran iguales que los que me habían enseñado a manejar en Rusia, evidentemente aprobé el curso con sobresalientes y me convertí en un oficial de primera.
Aunque mi primera intención era trabajar para el gobierno de Egipto ya ves que cada vez estaba más lejos de mi propósito, tenía miedo que mis superiores descubrieran la verdad, sólo tenía dos opciones  confesarlo todo o seguir trabajando para Egipto, pasaba el tiempo y no me decidía, aun no había establecido ningún contacto, cada vez estaba más nervioso. Finalmente me decidí por ir a conocer a mi contacto Mohmud Abas que vivía en Ramala, los egipcios me habían dado la dirección de un local que regentaba en una de las calles de la parte vieja de la ciudad, al  entrar saludé en árabe y pregunté por el señor Mohmud, el dependiente, un hombre de unos 35 años de edad que lucía un gran bigote, me contestó que allí no había nadie con ese nombre, me preguntó si quería algo más mientras me miraba fijamente, le dije que no y me marché pero cuando hube andado cinco o seis pasos me di cuenta de  lo estúpido que había sido ¡tanto estudiar tácticas de espionaje para nada! . ¡Claro que Mohmud no existía!. Volví sobre mis pasos y entre otra vez en la tienda, mire al dependiente y le dije a media voz:
-          Si pasa ese señor Mohmud por aquí dígale que Mustafa Abd  ha venido a verle.
Cuando iba a marcharme vi un coche militar parar delante de la puerta, no tuve tiempo de reaccionar, nos cogieron a los dos y nos llevaron a un cuartel en la misma ciudad, los que nos habían detenido eran agentes del Mossad, el servicio secreto israelí.
-          ¡Parece increíble Juanjo!. Sólo te falta tener contactos con la CIA.
-          Ahora te ríes pero me tenias que haber visto sentado en ese cuartel, me separaron del dependiente de la tienda y un oficial me pidió el carnet, al ver mi permiso empezaron a interrogarme, hacía tiempo que vigilaban la tienda y del que sospechaban más era del otro hombre, yo estaba inmerso en un mar de dudas ¿era mejor que contara la verdad? ¿Esperaba a ver qué pasaba?  Lo que realmente me daba miedo era volver a la cárcel, de momento me tenían encerrado en una habitación y cada día me interrogaban, uno de los oficiales harto ya de mí me dijo que “mi amigo ya había confesado”,  yo no le creí, le contesté que era imposible que les hubiera dicho nada porque no me conocía, no sirvió de nada a él lo dejaron en libertad, además me dijeron que ya sabían que yo no era judío, se habían fijado que no había rezado ningún  día, me preguntaron si sabía alguna oración de la Torá, era increíble que ni en Rusia ni en Egipto se me hubiera ocurrido que me podían descubrir por una cosa tan obvia, se me ocurrió contestar que no sabía ninguna porque era un judío no practicante. No me creyeron me amenazaron con matarme si no hablaba,  estaba realmente asustado, pensándolo fríamente no me importaba mucho que me mataran, lo que me daba miedo eran las torturas a las que podían someterme antes de morir, armándome de valor le  pregunté al oficial si contándoles la verdad me perdonarían, contestó que podía contar con eso y un premio si lo que les contaba era interesante. No tuve más remedio empecé a contar mi historia desde Rusia a Jerusalén, ellos iban grabando mientras yo hablaba y hablaba. Cuando acabe de contarles mi increíble vida me metieron dentro de un furgón y me llevaron a Tel Aviv, me encerraron en otra habitación  y me dejaron allí una semana hasta que vino a buscarme un hombre vestido de paisano con otros dos oficiales, quisieron aclarar algunos detalles de la declaración. Me dieron dos opciones  trabajar para ellos y descubrir la gente que trabajaba para los países árabes o 20 años de condena. Accedí a trabajar con ellos, les dije que por el momento no tenía ningún colaborador árabe aun no había establecido ningún contacto, tampoco había mandado ningún informe a Egipto, tuvieron que dejarme libre para que yo pudiera enlazar con alguien, también me proporcionaron informes falsos para que los enviara a Egipto, era como seguir trabajando para los árabes pero traicionándolos, me advirtieron que no hiciera ninguna tontería iban a vigilarme de cerca. Como tapadera me dejaron seguir como oficial en telecomunicaciones pero en realidad no hacía nada, empecé a buscar al tal Mohmud Abas, volví otra vez a la tienda, el dependiente me dio evasivas otra vez, no quería más problemas, intenté convencerle diciéndole que yo no les había dicho nada a los oficiales israelíes, accedió a mi petición me dijo que fuera pasando por la tienda por si se enteraba de algo, no me gusto su actitud pero yo no podía hacer nada más. Lo que realmente me interesaba era saber quien me vigilaba, la única manera de esquivarle era conocerle, un día vi a una chica que me resultaba familiar, seguro que era ella, pude confirmar mis sospechas al verla junto a otro que también me vigilaba, intenté esquivarlos, no lo conseguí, tenía que trazar alguna estrategia para poder escapar.
-          ¿Y qué hiciste?
-          Nada, necesitaba pensar, volví al cuartel donde ya me esperaban para preguntarme si había conseguido algún contacto, les dije que necesitaba más tiempo y me dejaron tranquilo. Cuando por tercera vez volví a la tienda, el dependiente me hizo esperar, después de mirar la calle varias veces cerró la puerta con llave y me indicó que le siguiera. Me llevó hasta una casa, al entrar me recibió un hombre alto y delgado que dijo ser el señor Mahmud, me dijo que sabía lo que hacía y que me habían detenido, lo que desconocía era que me habían descubierto, valoraban mucho que estuviera infiltrado en el ejército  creían que así le podría facilitar información militar, le conté que estaban a punto de despedirme, él me dijo que intentara quedarme por todos los medios, me informo que mi contacto en el futuro sería una chica llamada Layla, trabajaba en una escuela de maestra, debía ir a verla y ofrecerle la información que tuviera, antes de irme me dio un sobre con dinero para que buscara un apartamento. Al volver al cuartel rápidamente informe de lo ocurrido, quisieron ponerme agentes de apoyo pero me negué alegando que trabajaba solo. Me ofrecieron una casa pequeña dotada de equipos de vigilancia, tenía dos habitaciones, un comedor, el baño y un pequeño jardín repleto de flores, estaba perfectamente amueblada, por fin podía disfrutar de una casa en condiciones aunque la situación no fuera muy propicia, una vez instalado empecé a buscar  a mi nuevo contacto. Fui a la escuela donde me dijeron que trabajaba Layla, una vez allí pregunté por ella haciéndome pasar por un familiar en ese momento estaba dando clase y tuvieron que ir a buscarla a una de las  aulas, cuando por fin apareció no supe reaccionar, era una chica muy joven de unos veintidós años, vestía al modo musulmán con xador en la cabeza, yo me quede de pie mirándola sin poder reaccionar, no sé ni cómo nos presentamos, por mi cabeza sólo pasaba una pregunta ¿cómo era posible que Dios pudiera crear un ser tan bello?.  Balbuceando le dije que esperaría fuera a que ella acabara las clases y así podríamos hablar. Espere emocionado como un colegial, cuando vino fuimos a dar un paseo, le explique donde vivía para que pudiera contactar conmigo más fácilmente, la verdad es que a mí en esos momentos poco me interesaban los contactos que pudiéramos establecer por motivos “laborales”, parece increíble pero me había enamorado de ella ¡no me mires así! Me enamoré a primera vista como sólo sucede en las historias románticas.
-          ¿Cómo en las películas?.
-          Cómo en las películas, pero mientras volvía a casa me di cuenta que yo no estaba viviendo una película, la mujer de la que me había enamorado era a la que tendría que acabar traicionando, ¡ella iría a la cárcel por mi culpa!. En Rusia había estado enamorado de Catherin pero esto era totalmente distinto, a partir del día en que conocí a Layla mis horas estaban ocupadas pensando estrategias para verla, salimos varios días para hablar de “trabajo”, ella hablaba y hablaba de la historia de Palestina invadida por los judíos que lo único que querían era hacer un país grande y acabar echándoles de sus tierras, yo la escuchaba atentamente pero en el fondo estaba muy preocupado la situación en la que estábamos era muy peligrosa, empecé a preguntarle por la gente que ella conocía y porque se había metido en esta historia, mi intención era ponerme en contacto con los demás y que ella se apartara del tema, no hubo manera, la única alternativa que se me ocurrió fue empezar a buscar a sus contactos por mí mismo, conseguí conocer a cuatro de ellos, al mismo tiempo intente descubrir  todos los micrófonos que había en mi casa para saber en qué sitios era peligroso hablar, también conseguí desviar una línea telefónica del cuartel hasta mi casa para poder tener más información de los judíos. Tenía que trabajar en dos direcciones, los del  Estado Judío querían nombres, números de personas y objetivos  y los árabes planos e infraestructuras militares, número de soldados... Yo sabía que aunque descubriera a toda la red, no cambiaría mi situación  siempre seguirían utilizándome para sus fines.
Recuerdo la primera vez que Layla vino a mi casa, me había preguntado si vivía solo cuando nos conocimos, por eso al venir a mi casa trajo varias cosas para hacer  una comida casera, poco a poco dejo de lado su timidez  inicial y empezó a hablarme como a un amigo ¡Y yo locamente enamorado! ¡Cómo era posible si tan sólo hacía dos semanas que nos conocíamos!. Quedamos en vernos otro día para darle los planos del cuartel, yo ya les había explicado a mis superiores judíos que mi contacto me lo había pedido, me proporcionaron uno falso, pero les engañe y por mi cuenta me hice con el plano correcto, me quede los dos y le di a Layla el falso, me pidió que intentara conseguir más información sobre el cuartel, fue el día que le dije que quería hablar con ella para comentarle un tema personal, mientras esperaba el ansiado día, empecé a estudiar toda la ciudad, todas las maneras posibles para poder escapar.


CONTINUARA ………………………………………………………………..

lunes, 21 de abril de 2014

LA TUMBA HUMANA
Basada en un hecho real      ( Irak )
CAPITULO 3   

Ya era tarde aún no habíamos lavado los platos ni los vasos de la cena, los mire con un poco de reparo pero me levante y empecé a fregarlos, que difícil era vivir encarcelado, era como vivir en una jaula que intentas picotear para salir pero nunca consigues que se abra la puerta, Juanjo parecía haberse amoldado. Es asombrosa la fuerza que puede tener un ser humano para superar situaciones difíciles, que grande es la fuerza para seguir viviendo si es el fruto de la voluntad del individuo, pero cuando la fuerza de la condena té la prohíbe todo el deseo de hacer y de no hacer de los seres se duplica y multiplica, es cuando uno siente la debilidad ante los hechos deseados y la negativa de todo lo que te rodea. Cuando uno lo vive se siente amenazado por no poderlo superar y todas las demás cosas se convierten en absurdos que no te dejan reaccionar con lógica. Aquellos días eran como la oscuridad, tenías que intentar moverte con sentido, para mí aún existía la esperanza de salir algún día, pero para Juanjo no existía esa esperanza, sabía que su vida acabaría allí, no había nadie que lo esperara, salvo quizá sus padres que sólo Dios sabia donde estaban. Yo no paraba de pensar en diferentes fórmulas para convencer le que a él también le dejarían salir algún día en libertad, que sería como aquellas palomas que tanto miraba y conocía.
Pasaron unos días sin que yo le dijera nada de su increíble historia, no quería forzarle a seguirla contando, parecía que le angustiaba recordar su vida anterior cuando era más o menos libre y podía caminar entre los demás. La vida seguía con su rutina, en la celda éramos presos, no podíamos hacer nada que se saliese de lo normal, cada vez me preocupaba más la situación de Juanjo, le solía contar chistes, le hablaba de lo que había fuera y jugábamos mucho al ajedrez, una tarde nublada me dijo:
-Vamos, coge la tabla y jugaremos una partida mientras te cuento otro pedazo de mi historia.
Rápidamente fui a por la tabla y me dispuse a colocar las fichas.
-          ¿Por dónde iba?- preguntó antes de sentarse.
-          Estabas viviendo sólo en Moscú.
-          ¡Ah sí!- contestó moviendo lentamente un peón- bien aquellos días la guerra estaba acabando, los nazis habían perdido y el ejército rojo había invadido Berlín, se organizaron muchas fiestas por la victoria. A mí no me importaba ni su victoria, ni la guerra, nosotros estábamos preparados para otro tema, tampoco lo llamaban espionaje, sino servir a la patria y al partido, ellos nos habían inculcado todo ese ideario pensando que podríamos olvidar el pasado y ser unos buenos soldados defensores de Stalin. Es cierto que algunos de los niños olvidaron sus orígenes y no sabían de donde procedían o porque se encontraban allí, aunque yo no lo hubiera olvidado era consciente que igualmente era una persona sin procedencia, nadie podía reclamarnos, no teníamos documentación veraz, nos mandaban donde querían y no eran culpables de nada. Como ya te dije el otro día, tenía que presentar mi informe a mi superior el jueves,  el martes por la noche ya lo tenía todo preparado y me encontraba en mi apartamento escuchando las noticias, estaba situado en un edificio de diez plantas, en cada planta había quince apartamentos, los que se encontraban en el interior tenían el comedor mucho más amplio y el cuarto más pequeño, la cocina estaba junto al comedor y el baño junto a la habitación, los otros daban al exterior, eran más grandes y tenían la cocina individual, comedor y habitaciones más grandes, sabia tantas características del inmueble porque tuve que entrar en secreto en todos los apartamentos para preparar mi informe. De repente sonó el teléfono, descolgué y oí la voz de la recepcionista anunciándome una llamada, me extraño mucho porque nadie solía llamarme, era Catherin dijo que vendría a verme dentro de una hora, me alegre mucho muy excitado fui a comprar cosas de comida para cuando llegara. Pero nada más llegar insistió en salir, yo en principio no quería moverme del apartamento pero con un gesto me advirtió que tenía algo importante que decirme. Salimos, hacía mucho frío y estaba oscureciendo, por el camino me comento si me acordaba de lo que habíamos hablado hacia años, le contesté que de todo pero no sabía a qué se refería exactamente, sobre salir de Rusia dijo enérgicamente, conteste que si cautelarmente, hacía dos años que no hablábamos del tema y me daba miedo que pudiese ser una trampa.
-          Para decirme esto no era necesario salir del apartamento, qué más da si nos oyen o no- dijo enojada.
Sin pensarlo la abrace y le dije:
-          Es que no sabes cómo nos han educado- ella me miró sin contestar, yo quería pedirle perdón pero había algo que interiormente no me dejaba.
-          Hay muchos que piensan como tú ahora, yo pensaba que eras diferente, que eras algo más que el partido, una esperanza dónde agarrarme, alguien en quien poder confiar.
Estaba avergonzado, sus reproches eran ciertos, la abracé con fuerza mientras le decía:
-          Sea lo que sea y haga lo que haga, confirmo todo lo que te dije y mantengo mi palabra, al salir de aquí no habrá vuelta atrás, este no es mi lugar, no me importa lo que pase y si quieres, estaré contigo el resto de mi vida.
Al oír estas palabras ella me abrazó también y riendo de alegría me pidió que se lo jurara, yo se lo juré y entonces mirándome fijamente me preguntó si estaba preparado para una sorpresa que tenía que darme.
-          Estoy preparado para lo que sea- contesté.
-          Me han destinado a Egipto.
Entendí que las cosas iban en serio, la levanté del suelo dando un giro mientras sin darme cuenta le decía:
-¡Qué alegría amor mío, te quiero!.
-          Cuando llegue te mandaré la dirección y el nombre que me asignen, aún no tengo el pasaporte.
Pasamos dos días muy alegres, parecíamos los reyes del mundo, queríamos salir y por fin ser nosotros mismos sin ordenes ni permisos, al despedirse Catherin me prometió vernos la próxima vez en Egipto, se acabarían las preocupaciones y la soledad, pero de momento teníamos que seguir las normas, no podíamos enterarnos de lo que hacia el otro, yo tenía que entregar mi informe.
Sin esperar más tiempo cuando se hubo marchado Catherin me dirigí al centro, al llegar vi a mi superior esperándome, le saludé y le hice entrega del informe.
-          Prepárate la semana que viene cambiaras- dijo muy serio.
-          Si camarada- contesté saludando, estaba loco de alegría pensando que me destinarían a algún país extranjero como Catherin, pero me extrañaba que a ella le hubieran comunicado enseguida su destino y conmigo hubiera tanto misterio. Los días se hicieron interminables, por fin me llamaron para que me presentara en el centro, al llegar vi un camión militar aparcado fuera en la calle junto a un minibús, sólo entrar pude observar a unos militares junto a mi superior, había cuatro chicos más en fila, saludé y me indicaron que esperara junto a los demás, estuvimos casi media hora hasta que vinieron tres chicos más, el militar al mando les ordenó que nos dirigieran hacia el minibús que había fuera. Marchamos todos sin rechistar, una vez en el minibús nos saludamos con los otros y pregunté si alguien sabía dónde nos llevaban, no sabían nada, llegamos por la noche a un cuartel del ejército, nos bajamos y nos condujeron a una sala, nos sentamos en unas sillas esperando que volviera el oficial, no tardó mucho  en llegar al entrar dijo:
-          Vosotros estáis destinados a este cuartel para completar el entrenamiento militar, los entrenamientos duraran 20 meses, si aprobáis os darán un título y os marcharéis, en caso de suspender renovareis los ejercicios tres meses más.
Todo lo que nos dijo me sorprendió mucho igual que a los demás, vino un sargento para instalarnos, los ejercicios empezaron al día siguiente, participábamos en maniobras con tanques, artillería, nos enseñaban a manejar armas automáticas, estábamos entrenando de cinco de la mañana a doce del mediodía, teníamos una hora para comer y volvíamos a empezar hasta las cinco de la tarde. Los primeros seis meses fueron un infierno, no te lo puedes ni imaginar- dijo Juanjo moviendo lentamente una pieza- pero lo supere, terminé el entrenamiento, me dieron el título y me mandaron otra vez al centro. Una vez allí mi superior me felicitó y me indico que tenía que volver a mi apartamento y esperar ordenes, al día siguiente volví al centro, me dieron un sueldo de unos 20 rublos aproximadamente era mucho dinero, me informaron que tendría un puesto de trabajo en la República de Kazajistán en una fábrica de artículos de limpieza, no era lo que yo esperaba, la misión consistía en mezclarme con los trabajadores y averiguar sus intenciones, me alojarían en un barrio en el que vivía mucha gente que no eran del partido, me advirtieron que querían informes completos de todo lo que pasara en mi entorno, yo me atreví a preguntar si había alguna noticia de Catherin, no me contestaron, esa clase de preguntas estaban prohibidas, sólo me dijeron que al cabo de dos días  me incorporaría a la nueva misión. Todas mis esperanzas se habían roto, no sabía cómo reaccionar, era una orden y tenía que cumplirla, no podía negarme, no sabíamos decir que no, nos habían educado para no hacer preguntas, le dije a mi superior que estaba preparado.
La historia de Juanjo era tan interesante que yo le escuchaba absorto, me olvidé de la partida de ajedrez, él mientras hablaba miraba de vez en cuando la pared jugando con alguna de las fichas entre las manos, yo no quería que parara, pero de repente me dijo:
-          ¿No quieres que bebamos un té y sigamos jugando la partida?.
-          De acuerdo pero sigue contando tu historia.
-          Muy bien yo muevo el caballo y tú haces el té- contestó sonriendo.
-          A ver si esta noche me acabas de contar todas tus aventuras- le dije mientras me incorporaba de la silla.
-          No creo que podamos acabar hoy, has de dejar que te lo vaya contando todo a mi ritmo, tal como sucedió.
-          Perdona es que tengo mucha curiosidad por saber cómo acabaste aquí.
-          Karmal, lo que comienza mal, mal termina, mi destino no se escribió bien, vino torcido, no tienes que sorprenderte porque haya acabado aquí o en la China o en cualquier otro lugar, tú eres la primera persona a la que le cuento mi historia y seguramente también serás la ultima a no ser que encuentre a mis padres y pueda contársela. Créeme los años que he estado en esta cárcel, han sido muy pocos los presos que han estado conmigo.
-          Juanjo yo te veo como a un padre, se te ve un hombre muy educado, los kurdos respetamos mucho a los mayores, me da pena verte aquí, aislado de todo el mundo, me alegro de haberte conocido pero me entristece que sea en estas circunstancias. A nosotros los kurdos nos condenan pero hay muchas amnistías, seguro que podré salir antes, nunca solemos cumplir las penas íntegramente.
Me pareció que a Juanjo le gustaba que yo me interesase por su vida,  últimamente ya no se emocionaba tanto al recordar, contaba las cosas más tranquilamente, yo le insistía a menudo para que me contara más y más cosa, para mí se había convertido en episodios que no quería que acabaran. Había muchos detalles que no mencionaba, por ejemplo no decía nada de la época que estuvo en el cuartel entrenando, yo quería saber más cosas de la Unión soviética, en esa época creía mucho en la ideología marxista-leninista, sentía simpatía hacia el socialismo soviético, seguramente el caso de Juanjo debía ser aislado, no podía creer que fueran prácticas generalizadas.
Esa noche no continuamos la historia acabamos la partida y el té y nos fuimos a dormir, al día siguiente a las once de la mañana vinieron los guardias y me llevaron a la sala grande, había centenares de presos paseando por los pasillos y en las entradas de los pabellones, la puerta del patio grande estaba abierta, era otro ambiente los presos podían hablar unos con otros, moverse, en esos momentos les envidiaba, estaba observándolo todo cuando vinieron los agentes de seguridad y me cogieron como bestias, me llevaron a una oficina situada en la entrada principal, ahí estaba el hombre que me había mandado a la celda de Juanjo.
- Tus amigos hace ya dos días que los hemos repartido en los pabellones, a ti si lo deseas también te intentaré alojar- me dijo después de saludarme.
- Como usted quiera, pero me gustaría estar unos días más con Juanjo, está un poco enfermo y creo que necesita estar con alguien.
El hombre se quedó boquiabierto, parecía que los ojos se le fueran a salir de las órbitas.
-          Estúpido- dijo encolerizado- hay gente que me besaría los zapatos y suplicaría para estar en los pabellones y tú lo desaprovechas, vas a cumplir el tiempo que te dije en un principio y además cada día irás a limpiar la cocina ¡desagradecido! Fuera de mi vista, dadle quince como su condena- siguió gritando dirigiéndose a los agentes.
Me volvieron a coger y me llevaron a una celda, me hicieron quitar la parte superior del uniforme y me pegaron quince porrazos con un tubo grueso que llevaba uno de los guardias, cuando terminaron el tubo estaba manchado de sangre, me obligaron a volverme a vestir y me llevaron a mi celda. Al verme Juanjo no se dio cuenta de que estaba herido.
-          Sorprendeme, ¿te vas de aquí?- preguntó sonriendo.
-          No, volví a decir otra tontería, me han negado salir de aquí y me han dado una propina- contesté señalándome la espalda.
-          ¡Qué hijos de puta!- contestó nervioso, la expresión de su cara había cambiado por completo, me miró la espalda y hizo que me quitará la chaqueta, estaba empapada de sangre, me limpió las heridas con cuidado - Creo que hoy no me apetece comer carne, hay que hacer lentejas- dijo bromeando.
-          Gracias amigo- contesté riendo, una vez más había conseguido animarme.
Lo único que me consoló del castigo de ir a limpiar era que me permitía salir un rato, cada día estaba de diez a doce sacando le brillo a la cocina de la prisión, intentaba hacerlo bien para que no me cambiaran por otro, allí pude conocer a algunos presos, les asombraba con las ganas que limpiaba, me dijeron que el trabajo que yo hacía era el más sucio de toda la prisión, sólo les tocaba a los presos que estaban castigados.
-          No sé quizás sea un tonto a parte de estar castigado- les contesté divertido por lo que me contaban.
No sé que hacía Juanjo cuando yo no estaba, cuando volvía siempre me preguntaba a quien había conocido, si me lo pasaba bien, yo siempre contestaba lo mismo:
-          Lo paso fatal, acabo sucio y agotado- no quería que se sintiera mal al estar solo y no poder salir de la celda.
Un día por la tarde le dije que tenía ganas de que me contara el resto de su historia, hacía tiempo que no me contaba nada, accedió pero pidiéndome muy serio que por favor no le juzgara mal por todo lo que había hecho y lo que estaba dispuesto a contarme.
-          Tranquilo Juanjo me hago cargo de las circunstancias- le dije en tono conciliador.
Retomamos de nuevo el hilo.
-          Al llegar a Kazajistan, había alguien en la estación esperándome, era del K.G.B., era un señor que parecía estar muy orgulloso de lo que hacía, no se parecía a los demás que había conocido, era más mayor, yo tenía unos diecinueve años y él calculé que unos cuarenta y cinco, me dio la bienvenida y cogimos un autobús, fuimos hasta un barrio que estaba en las afueras de la ciudad, era muy humilde.
-          Es el barrio de los obreros- me dijo el hombre- tendrás un apartamento aquí.
Yo no tenía equipaje, cuando entre en el apartamento vi que había unos muebles viejos, antes que se marchara no pude reprimirme y le dije que ese lugar estaba muy mal, al fondo había una habitación de dos por tres metros, un comedor que daba a la puerta de la escalera, la cocina y un cuarto de baño, estaba casi todo en ruinas, no había ni ropa ni toallas, yo sólo contaba con diez rublos que era bastante pero no suficiente para poder comprar todo lo que necesitaba.
-          Mañana tienes que coger el autobús que se para en la estación, en la esquina Larake, es el número 5, te dejará en la puerta de la fábrica, allí te harán un préstamo para poder comprar cosas y vivir hasta que llegué fin de mes, entonces cobrarás un sueldo, además tú trabajaras de algo más, por aquí hay mucha gente que no le gusta el sistema, ni la Unión Soviética, tienes que estar atento- no me dijo nada más se marchó y me dejo en mi mísero nuevo apartamento.
 El poco tiempo que estuve allí lleve una vida muy humilde, tuve que empezar a trabajar en la fábrica igual que si fuera un novato, no sabía nada de ese oficio, hubo un chico llamado Garylor, que me ayudó mucho, él ya llevaba unos años trabajando, vivía en el mismo barrio que yo, nos hicimos grandes amigos. Yo nunca expresaba mis opiniones, hacia todo lo que mis superiores me mandaban, al cabo de un mes me enteré del sueldo que tendría, era una miseria. Mis amigos especialmente Garylor me ayudaron mucho pues yo no tenía nada ni a nadie, él conocía a mucha gente, estaba casado su mujer se llamaba Rosa tenían una niña muy bonita, tuvieron la amabilidad de invitarme a su casa, allí siempre había gente, me los presentaba, comíamos y bebíamos vodka, yo no estaba muy acostumbrado a beber, ellos en cambio se emborrachaban, hablaban y cantaban. La primera vez que fui, uno de ellos se dirigió a mí diciendo:
-          Bebe amigo, en este cochino país solamente se puede divertir uno emborrachándose.
No eran como yo, ellos podían quejarse y expresar sus opiniones con los amigos, me pareció un poco raro que me dieran tanta confianza sin conocerme, les seguí la fiesta, bebí un poco más y al final me emborraché, era la primera vez, mi cabeza giraba y no podía sostenerme, volviendo a casa no pare de devolver en todo el camino, pero no me importaba lo había pasado muy bien.
Un día me llamaron desde la dirección,  en el despacho  estaba el director de la fábrica y otro hombre muy bien arreglado, me dijo que quería saber todo lo que había visto y lo que había preparado sobre el pensamiento y los movimientos de los trabajadores, yo que trabajaba cada día 8 o 9 horas, no tenía tiempo de preparar nada, no había preparado ningún informe.
-          ¿No  me cuenta nada?- me increpó.
Yo le pregunté quién era él, me enseño su carnet de la K.G.B. y una carta que lo presentaba como mi superior.
-          Necesito más tiempo y dedicación-.
-          No, tú tienes que actuar como ellos para no levantar sospechas, sabemos que en esta fábrica hay gente que está muy organizada, son separatistas y tú trabajo es descubrir quienes son.
-          Sí señor- yo estaba obligado a seguir ordenes y no podía contradecir a una persona que se presentaba como mi superior.
Estuve un año trabajando en la fábrica entre esa gente ganándome su confianza, siempre buscaba alguna excusa para no escribir nada sobre ellos, sabía que aunque me descubrieran seguiría todo igual, sin futuro, sin ser nadie. Actúe como me habían enseñado, mi superior me presionaba y me amenazaba con mandarme a Siberia, al final descubrí a toda la organización e hice un informe, me había integrado en su grupo sin que se dieran cuenta  de todos los documentos que tenía en mi poder, me faltaban entregar unos cuarenta documentos y saber quién era el cabecilla del grupo. ¿Sabes quién era? ¿No te lo imaginas?.
Juanjo había interrumpido el relato y me miraba fijamente.
-No- contesté confuso.
-Era Garylor mi mejor amigo, la persona que me había abierto su casa, que me había enseñado el oficio, me sorprendí mucho cuando encontré la lista con los nombres pero decidí entregar el informe, la fidelidad hacia mi amigo me hacía dudar, sería su fin, condenado a muerte y deportado a Siberia, cuando lo hube entregado decidí avisarle, yo mismo le dejé una nota en la que explicaba que tenían la lista de todos los nombres y se entregaría por la mañana, si no quería más problemas lo que tenía que hacer era desaparecer. Eran las nueve de la noche cuando Garylor vino a mi apartamento y me dijo que tenía muy malas noticias.
- Han descubierto la organización, tú nombre está también en la lista, tienes que irte, salir de aquí... - me dijo muy serio. Era una situación realmente irónica, le pregunté qué harían ellos, me respondió que no tenían ningún sitio a donde ir, no podía abandonar a su familia, asumiría sus responsabilidades, se quedaría. Le rogué que se marchará, avisarle me suponía un grave riesgo, pero él no cedía, estaba más preocupado por lo que pudiera pasar les a sus compañeros que a él mismo. Yo tenía que aparentar normalidad, como si no fuera culpable de aquella situación cuando era el máximo responsable, pensé para consolarme que gracias a este trabajo podría ir al extranjero y nos premiarían. Garylor finalmente se despidió por si no nos veíamos nunca más, seguía preocupado por mí y por todos. Me quedé en mi apartamento torturándome, daba vueltas y más vueltas hasta que decidí ir a casa de Garylor, entré sin llamar, le vi a él y a cuatro personas más sentadas en la salita, se sorprendieron al verme entrar de aquella manera.
-          ¿Qué pasa?-preguntó Garylor al verme-¿porqué estas tan nervioso?.
-          Lo siento- respondí- te pido perdón por todo, yo soy el traidor y todavía no he entregado el informe así que no tenéis porque estar preocupados, todo seguirá como tiene que seguir.
Salí de su casa y me dirigí a mi apartamento, cogí todos los informes y me fui hacia la estación con la poca ropa que tenía, tome el primer tren que se dirigía a Moscú, no tenía ningún tipo de documentación, había decidido intentar ser alguien que no fuera una marioneta, tomar mis propias decisiones, escoger donde quería estar y donde no. Estando en el tren llegué a arrepentirme de ser buena persona y no ser capaz de hacer mal a nadie pero al instante me daba cuenta que por haberlo estropeado todo ahora estaba obligado a escapar y buscar una vida nueva.