LA TUMBA HUMANA
CAPITULO 4
Al
llegar a Moscú no sabía dónde ir, empecé a pasear, entré en un bar que había
mucha gente, hombres extranjeros, mujeres, intenté acercarme a uno que parecía
árabe, le pregunté de donde era, me contestó que de Siria, me dio dos besos y
me invitó a una cerveza, al hablarle en árabe le había inspirado confianza, le
seguí la conversación, lo que me interesaba en realidad era su documentación y
su pasaporte, le conté que no tenía ningún sitio donde ir, él me invito a
acompañarle diciendo que tenía sitio de sobras, sólo me quedé una noche, le
robe toda la documentación y me marche. Al día siguiente me encargue de
falsificar su documento y su pasaporte, se llamaba Mustafa Abd , yo tenía que
intentar salir de Rusia como fuera y esa era mi única oportunidad, fui a la
embajada turca a pedir el visado, me lo dieron sin problemas, la falsificación
era muy buena. Como no tenía dinero, empecé a robar en un hotel en el que casi
todos los huéspedes eran extranjeros, robe casi mil quinientos dólares
americanos, compré un mapa y me fui rumbo a la frontera de Turquía. Una vez en
el tren empecé a ver el mundo de otra manera, yo era el capitán, el único que
podía mandarme, por fin empezaba a tomar
decisiones. Salí de Rusia y entré en Turquía después de pasar muchos controles
y registros, gracias a mi tez morena, mi dialecto árabe y mi perfecto inglés no
levanté ninguna sospecha, yo era Mustafa Abd , otra persona que acababa de
nacer, era libre y quería conocerlo todo, pero por encima de todo quería volver
a España.
La
emoción por la nueva situación de libertad no me dejaba reaccionar con lógica,
eran los primeros días de una nueva vida, una nueva aventura, olvidaba que
había nacido por equivocación, olvidaba que yo no era nadie, iba a todos los
lugares que me apetecía, tenía suficiente dinero para poder permitírmelo.
En
Turquía las cosas no iban muy bien eran tiempos de pos guerra, reinaba la
pobreza y la miseria en sus calles, Estambul era una ciudad muy grande pero no
había nada para mí, decidí marcharme iría a Egipto a ver a Catherin. Como mi pasaporte era sirio fui a
la embajada egipcia a pedir el visado, me comunicaron que no lo necesitaría, me
apresuré a coger un avión para El Cairo, una vez dentro cuando despegamos, miré
hacia abajo y me sentí como un pájaro volando libre.
Juanjo
contaba esta parte de la historia algo nervioso como si la reviviera, era cada
vez más emocionante, continuaba explicándome las sensaciones dentro del avión
hasta que su rostro cambio radicalmente de expresión y me dijo:
-
Si amigo mi alegría sólo duró hasta
que el avión aterrizó, en los controles de pasaporte desconfiaron después de
mirarme el pasaporte, aún no entiendo cómo pudo ocurrir, me preguntaron cuál
era el motivo de la visita, yo les dije que iba de vacaciones, notaron que mi
idioma no era nativo, supongo que por el acento, no sé, no sé, cogieron el
pasaporte y me dijeron que esperara, al volver vino el funcionario de aduanas
con dos policías, me comunicaron que ese era el final de mi trayecto, me
tomaron declaración, querían saber porque había entrado en Egipto y de donde era en realidad, yo en ese
momento pensé que debía permanecer tranquilo si quería salvarme, si se me
escapaba decir que era del K.G.B. no sólo los egipcios me acusarían, lo harían
también los rusos. Para justificar mi origen tenía que decir cualquier país,
sabía que España estaba en contra de los rusos, pero no podía justificar nada,
estaba perdido, lo única opción era no decir nada, ellos al final me tomaron
por turco, con eso sólo me podían condenar por falsificación. Estuve en las
dependencias del aeropuerto casi dos semanas, lo que me salvó fue que no
pudieron averiguar de quien era realmente el pasaporte porque yo había cambiado
el número y el nombre, el último día me llevaron en un furgón a una comisaria
de la ciudad, volvieron a interrogarme, no respondí nada, el oficial que me
interrogaba cada vez estaba más furioso, a mí me hubiera gustado haber podido
explicar toda la verdad pero escapar de Rusia era un crimen, te podían enviar a
Siberia o algo peor. El oficial ya un poco harto me pidió por favor que le
dijera alguna cosa para poder rellenar el informe, me ofreció su bolígrafo y me
dijo que lo escribiera yo mismo, le dije que mi nombre era Juanjo y que tenía
20 años. Insinuó si era terrorista, espía o ladrón a lo que contesté con un no
rotundo, después se interesó por los idiomas que hablaba, en que trabajaba, los
títulos que tenía... Yo de títulos no sabía nada y de trabajo sólo el de la fábrica pero esa información no
podía facilitarla, le contesté que nada. Llegaron a torturarme para conseguir
que hablara, aguanté 20 días, al final supongo que ya un poco cansados de mí,
me ficharon y me mandaron a una celda, me dijeron que cuando quisiera hablar ya
diría algo mientras ellos intentarían averiguar por su cuenta quién era y de
dónde venía. Estuve casi un mes en la celda, después me enviaron al juzgado y
me encerraron en régimen de prisión provisional, estaba como aquí aislado, me
retuvieron unos tres meses. Cuando salí ya
era para el juicio, me preguntaron si quería alegar algo en mi defensa, yo
contesté que no, el fiscal me acusaba de terrorista y pedía cadena perpetua, el
abogado de la defensa intentaba que fueran 8 años por falsificar documentos,
fingir ser otra persona e intentar entrar en otro país de manera ilegal. Al
final el juez me condenó a 8 años con la condición de poder apelar si se sabía
alguna novedad o yo por iniciativa propia aportaba algo nuevo. En la cárcel me
volvieron a aislar de los demás presos, había toda clase de delincuentes,
tenías que ir con los ojos bien abiertos para que no abusaran de ti o te
agredieran, entablé relación con algunos que eran traficantes de droga, me hice
amigo de alguno de ellos, aún no sé cómo pude permanecer allí un año y ocho
meses, intenté que me ayudarán a salir de la cárcel pero uno de ellos dio el
chivatazo, yo les había contado que era espía, cuando se enteró la policía me
mandaron llamar y me ofrecieron que trabajara para ellos. Pero había un
problema, tenían una buena relación con Rusia y a mí me podían volver a mandar
a Moscú, eso me daba miedo, yo estaba dispuesto a aceptarlo todo con tal que no
me mandaran a Rusia. El trató fue que tenía que ir a Israel y desde allí mandar informes, yo
hablaba hebreo y además sería otra vez libre, era mi oportunidad. Les pedí algo
de tiempo para poder pensarlo, al volver a la celda me di cuenta que yo era un
verdadero desastre, no podría salir ni tampoco vivir libre, siempre tenía
problemas para cumplir las órdenes, estuve pensando que sería lo mejor, al
final decidí aceptar.
Juanjo
miró la pared pensativo, calló unos instantes como si tratará de responderse
porque aceptó esa proposición, habían pasado muchos años y aún no tenía
respuestas, titubeo un instante como si fuera a decirme algo importante pero al
final no dijo nada referente a su
decisión y siguió el relato:
-
Los oficiales de la comisaria
hicieron que les contase todo lo que sabía, les conté un poco todos los
conocimientos que tenía y al cabo de dos días vinieron a verme unos agentes
militares, empezaron a preguntarme de nuevo quien era, de donde era y para qué
país había trabajado. Yo me estaba hartando de tanta presión, les contesté a
todo lo que me preguntaron, me exigieron una garantía para poder fiarse de mí,
pero yo no tenía nada para darles, les dije que si prometían no devolverme a
Rusia yo haría lo que me pidieran. Al día siguiente me llevaron a un cuartel
egipcio, me instalaron allí bajo vigilancia de dos soldados, no estaba preso
pero tampoco era libre, allí me explicaron la creación del estado israelí y los
peligros de su política, también me informaron como era el terreno, las
ciudades, los militares más famosos, querían información sobre el ejército
israelí y sus intenciones. Yo tenía que descubrir e informar de todo eso que me
habían dicho, a cambio si las informaciones eran correctas yo cobraría una
buena suma de dinero que aumentaría si era capaz de crear una red de espías en
Israel. Todo lo que me decían para mí carecía de sentido, sólo me importaba
salir, poder vivir fuera en libertad.
-
Imagino como debías sentirte- le
dije un poco emocionado, era como me sentía yo mismo desde que estaba encerrado
en la cárcel, añorando a mi familia y mi tierra.
-
Si fue duro- continuó- Estuve dos
meses en ese cuartel, me hicieron fotos otra vez y me inscribieron como judío,
mi nombre sería Jacob Peres Dayan, nacido el once de febrero de 1932, lo
tendría todo en regla, pasaporte egipcio, religión judía... Me dieron mil
dólares para ir a Inglaterra y desde
allí tomar un avión hacia Jerusalén, tenía que contactar con un tal Mohmud Abas
en la ciudad de Ramala, él tendría las
instrucciones para mí. Acordamos que pediría en Inglaterra la emigración como
judío a Israel, me volvieron a asegurar que tendría lo que quisiera si
informaba correctamente, empezaba para mí una nueva vida otra vez, me dejaron
medio libre pues estaba vigilado constantemente por dos personas que vinieron
conmigo hasta Londres, al llegar también se alojaron conmigo, me vigilaron
hasta que fui a la embajada israelí, cuando hube cumplimentado los trámites se
aseguraron que me iba a Israel, yo en el fondo también quería ir, nadie sabe lo
que está escrito en su destino final.
Me marché un sábado, lo único que deseaba era
no volver a Rusia y me había propuesto hacer lo que hiciera falta para
conseguirlo, en la embajada israelí no pusieron ninguna pega, me facilitaron la
entrada enseguida, me vieron joven, hablando hebreo, ¡incluso me pagaron el
billete y me dieron algo de dinero! Conocía a fondo el terreno gracias a la
información que tenía, todo sería diferente.
Juanjo
interrumpió el relato, alegó que ya no era capaz de hablar más rato, ya era muy
tarde y prefería dejarlo para otro día, nos levantamos de las sillas y hasta
tuvimos que estirar piernas y brazos para desentumecer los músculos, llevábamos
demasiado rato sentados hablando.
Al
día siguiente por la mañana yo estaba esperando que me llamaran para ir a
limpiar la cocina cuando vino el guardia y me dijo que recogiera todas mis
cosas para cambiar de celda. Estaba sorprendido, no esperaba que todo fuera tan
rápido.
-
¡Venga chico que ya te vas de
aquí!- dijo Juanjo felicitándome.
-
Hubiera preferido quedarme- le
contesté en voz baja- pero volveré, tú y yo tenemos algo pendiente, me tienes
que acabar de contar tu historia.
-
Hasta la vista amigo mío.
Yo
esperaba que me trasladaran a los pabellones con mis compañeros pero me
llevaron a la primera celda en el mismo pasillo aislado donde estaba con
Juanjo. Ahora estaba solo vaya decepción ¿por qué? hacia todo lo que me mandaban ¿qué
significaba todo esto?. Pasaron días y días sin que nadie viniera preguntando
por mí, por las mañanas veía a Juanjo mientras nos hacían el recuento.
-Chico
te he pegado el gafe- me dijo un día.
Harto
ya de tanta incertidumbre llame al guardia y le dije que quería ver al jefe,
estaba desesperado, cuando estas solo los días parecen meses, no tenía nada en
que entretenerme, al final el jefe me llamó. Entré en su despacho y le saludé.
- ¿Te lo pasas bien en la celda?- preguntó
algo irónico.
-
Sólo me gustaría saber el motivo
del cambio.
-
Aquí tienes que cumplir tu condena
y obedecer, tú tienes que olvidar y nosotros también.
-
Estoy de acuerdo, pero yo ya estaba
aislado no sé porque ahora encima estoy solo.
-
Tú estás en los pabellones,
exactamente en el pabellón B.
En
el momento en que oí esas palabras sentí un gran alivio, estaría otra vez con
mis compañeros, pero me entristecí por Juanjo que ahora estaba solo en su celda
sin poder hablar con nadie. Al abandonar mi celda le pregunté al guardia si
podía despedirme de Juanjo, me permitió un segundo solamente, fui corriendo y
le comuniqué que me trasladaban al pabellón B, me deseó suerte y me aconsejó no
quedarme mucho tiempo en la cárcel, le dije que ya inventaría alguna excusa
para volver a verle y que me siguiera contando su historia, el asintió emocionado
y me dijo adiós.
Me
marché con el guardia hacia los pabellones, allí todo era diferente, ahora
estaba con mucha gente, me instalé juntó a un chico con el que no tardé en
trabar amistad, volví a ver a mis compañeros que se extrañaban que hubiera estado
tanto tiempo aislado, me preguntaban si era debido a algún castigo, pero ni yo
mismo sabía el motivo, no podía contestar sus preguntas.
No
supe nada de Juanjo en meses, le hacía mandar comida de la que me traía mi
familia cuando me visitaba, me acordaba a menudo de él, mi situación había
cambiado por completo, ahora tenía más espacio, me podía mover mi único
objetivo era anular el tiempo, hacíamos como si no existiera, nos daba igual
que fuera de día o de noche, los libros de la cárcel eran todos referentes al
partido Baas o a Sadam Hussein, nadie los leía, hacíamos gimnasia, jugábamos a
fútbol. Había gente que decía que les quedaba tanta condena que morirían allí
dentro, a mí eso no me preocupaba, no preguntaba ni el día de la semana. Empecé
a hacer manualidades bolitas de cristal y bolsos como los que hacía Juanjo, era
para entretenerme y no sentirme tan vacío. Me despertaba cada día a las nueve
para el recuento, salíamos a la sala grande nos poníamos en fila y contaban que
todo estuviera correcto, después dejaban los pabellones abiertos hasta la una
que hacían el segundo recuento a las nueve de la noche era el último, eran los
únicos referentes temporales con los que contábamos en esos pabellones
abarrotados de presos. En la sala de abajo había un televisor, se podían ver
los canales que había en Irak, en uno siempre retransmitían las visitas de
Sadam Hussein a Siria y a las zonas de Irak, en el otro se podían oír las
canciones que dedicaban también a Sadam
y algunas imágenes de la guerra contra Irán.
Seguía pensando en Juanjo quería saber más de
él y su historia, tenía que buscar una excusa para poder ir a verle, algo grave pero no lo suficiente
para que me castigaran, pensé en quedarme en la celda durante el recuento,
cuando empezó a sonar la alarma hubo un caos considerable, todos los guardias
corrían y se formó un gran revuelo, al ver todo lo que sucedía salí de la celda
asustado, vi a todos los guardias apuntándome y los demás presos quietos sin
moverse, llamé a un guardia y le dije:
-
Si me buscáis a mí estoy aquí.
Me
cogieron y me pusieron al final de todos, me esposaron y me taparon los ojos
con una venda, volvieron a contar a los otros presos y me condujeron a lo largo
de unos pasillos, cuando me quitaron la venda vi que volvía a estar en el despacho
del “jefe”, el director de la cárcel me
preguntó qué había sucedido.
-Tenía
diarrea señor y me fue imposible salir en ese
momento.
Empezó
a reír al escuchar mi respuesta.
-
Podías haber ido antes al lavabo.
-
Si señor pero estaban todos
ocupados, hay muchos presos.
-
¿No te habían dicho que esto es una
falta muy grave?. Es como si te hubieras intentado escapar.
-
No lo sabía señor no me lo habían
dicho.
-
Dadle 30 latigazos en las piernas i
aisladlo quince días- dijo dirigiéndose a sus hombres.
Me
llevaron a una celda oscura donde estaba la sala de espera y el cuarto de la
limpieza, me dieron los 30 latigazos en los pies y me encerraron. Noté como se
me hinchaban los pies, un gran dolor subía por mi cuerpo, uno de los presos que venía a recoger cosas
al cuarto de la limpieza se acercó a mi celda y me dijo:
-
Intenta correr por la celda,
muévete o tus pies se paralizarán.
Cumplí
mis quince días de castigo sin luz, después me llevaron a las celdas aisladas y
me volvieron a poner solo, por la mañana en el recuento Juanjo me vio.
-
Chico ¿qué tontería has hecho?-
preguntó contrariado.
-
Quería volver a estar contigo unos
días pero no me ha salido bien.
-
Te he pegado el gafe.
El
guardia interrumpió la conversación recordándonos que no estaba permitido
hablar durante el recuento, nos volvieron a meter en la celda, me senté en la
cama mirando a la puerta, estaba arrepentido de lo que había hecho, no podía
estar con Juanjo y encima había pasado 15 días incomunicado. Esa tarde Juanjo
empezó a cantar una canción muy fuerte, era una canción para un amigo, yo le
escuchaba y me imaginaba que seguramente estaba bailando como yo le había visto hacerlo tantas veces,
me reía imaginándomelo, el cabo de poco rato calló y volví a entristecerme, después
de darle muchas vueltas decidí decirle al “jefe” lo que pensaba, no tenía nada
que perder, más aislado ya no podría estar, llamé al guardia y le pedí que le
dijera que quería hablar con él, prometió avisarle.
Al
día siguiente después del recuento vino el guardia y me llevó otra vez al despacho
del director, al verle le saludé y le pregunté si era posible hablar con él a
solas, primero desconfió un poco pero al final le pidió a los guardias que
esperaran fuera, una vez hubieron salido me dijo que hablara.
-Perdone
mi osadía señor pero quería pedirle que ya que Juanjo y yo estamos aislados,
haber si podríamos quedarnos en el pasillo hablando una hora después del
recuento.
-
Ya sabes que ese preso al que te
refieres no puede estar con otros presos, está condenado a cadena perpetua en
aislamiento total.
-
Lo sé señor, pero seguro que usted
como todo ser humano sufre al ver a un viejo solo tanto tiempo, si hice esa
tontería del recuento fue sólo porque quería estar otra vez en la celda con él,
es una hora al día para poder hablar lo que le pido.
-
Tendría que dejarte mucho tiempo
aislado y no me lo permiten, te dejaré que lo hagas los días que estés allí,
podréis estar hasta las dos, pero cuando termine tu castigo olvídate de que yo
te he permitido esto ¿ de acuerdo?.
-
Sí señor, muchas gracias.
Volví
a la celda y efectivamente al cabo de una hora vinieron y abrieron la puerta,
pude salir y saludar a Juanjo dándole un fuerte abrazo.
-He
hablado con el director, nos dejaran una hora cada día para que podamos pasear
por aquí- le conté muy emocionado.
-
Chico ¿qué dices? Eres un valiente
a ese tío nadie le cae bien, es una mala persona, a mí los primeros días de
estar aquí me pego una paliza y yo le mordí una oreja para defenderme, casi se
la arranqué por eso ahora me llama “el
mordedor” y le cuenta a todo el mundo mentiras sobre mí para asustar a los que
quiere castigar, hay presos que han estado conmigo en la celda y no se han
atrevido ni a darme la mano.
-
A mí también me lo contaron pero
como yo no lo había visto no les hice mucho caso.
-
Me alegro- contestó sonriendo.
Estuvimos
toda la hora paseando mientras
hablábamos de lo que habíamos hecho esos últimos meses, después vinieron
los guardias para meternos en las celdas hasta al día siguiente. Por la mañana
cuando salimos para hacer el recuento no nos cerraron las puertas Juanjo
decidió que desayunaríamos juntos en su celda, el se encargó de prepararlo
todo, fue muy agradable podernos sentar y hablar tranquilamente, le pedí que me
acabara de contar su historia, la habíamos dejado en un momento muy emocionante
la última vez.
-
Acabaré de contártela porque no sé
si saldré nunca de aquí para poderlo contar a nadie más y lo que me ha pasado a
mí en la vida es muy difícil que le haya ocurrido a nadie ¿dónde nos quedamos
la última vez?.
-
En un avión rumbo a Israel.
-
Sí ya recuerdo, estaba en el avión
y lo único que pensaba era que tenía que aprovechar aquella oportunidad, quería
trabajar para Egipto e intentaría esmerarme para que esta vez todo saliera
bien. Cuando llegué a Jerusalén, me dirigí a la oficina de inmigración para
arreglar los papeles de entrada al país, fueron muy amables conmigo incluso me
acompañaron a un hotel en el que me dijeron que podía quedarme hasta que me
hicieran una entrevista para buscarme un
puesto de trabajo y un sitio para vivir,
todos los que trabajaban en esa oficina eran jóvenes voluntarios, uno de
ellos me animó a alistarme con él al ejército, me contó que cobraría más que
trabajando en una fábrica, no me lo pensé dos veces y le dije que ya podía
apuntarme. Pasados un par de días me llamaron para hacer la entrevista, me
preguntaron dónde había nacido, cuantos hermanos tenía, quienes eran mis
padres... hubo preguntas que no pude contestarlas, creo que fue cuando
empezaron a sospechar de mí, por último me preguntaron si prefería trabajar o
seguía con mi idea de alistarme en el ejército.
-
Lo que más deseo es hacer el servicio militar
como voluntario- les contesté muy serio.
Mi entrevista como ves fue un verdadero
desastre así que me mandaron a un cuartel
bajo vigilancia, para intentar arreglar un poco las cosas una vez allí
les dije que mi verdadera afición eran las telecomunicaciones, les enseñe como
arreglaba los aparatos y se dieron cuenta que no era un novato, mi oficial
mando un informe sobre mis aptitudes y talentos a su superior, la respuesta
llegó por télex, tenía que apuntarme a un curso y si lo pasaba me subirían de
graduación, la idea no era muy emocionante pero después de reflexionar un poco
me di cuenta que no tenía más remedio que ir a hacer el curso, en la primera
clase me di cuenta que los instrumentos que se utilizaban eran iguales que los
que me habían enseñado a manejar en Rusia, evidentemente aprobé el curso con
sobresalientes y me convertí en un oficial de primera.
Aunque mi primera intención era trabajar para el gobierno de Egipto ya
ves que cada vez estaba más lejos de mi propósito, tenía miedo que mis
superiores descubrieran la verdad, sólo tenía dos opciones confesarlo todo o seguir trabajando para
Egipto, pasaba el tiempo y no me decidía, aun no había establecido ningún
contacto, cada vez estaba más nervioso. Finalmente me decidí por ir a conocer a
mi contacto Mohmud Abas que vivía en Ramala, los egipcios me habían dado la
dirección de un local que regentaba en una de las calles de la parte vieja de
la ciudad, al entrar saludé en árabe y
pregunté por el señor Mohmud, el dependiente, un hombre de unos 35 años de edad
que lucía un gran bigote, me contestó que allí no había nadie con ese nombre,
me preguntó si quería algo más mientras me miraba fijamente, le dije que no y
me marché pero cuando hube andado cinco o seis pasos me di cuenta de lo estúpido que había sido ¡tanto estudiar
tácticas de espionaje para nada! . ¡Claro que Mohmud no existía!. Volví sobre
mis pasos y entre otra vez en la tienda, mire al dependiente y le dije a media
voz:
-
Si pasa ese señor Mohmud por aquí
dígale que Mustafa Abd ha venido a
verle.
Cuando iba a marcharme vi un coche militar parar delante de la puerta,
no tuve tiempo de reaccionar, nos cogieron a los dos y nos llevaron a un
cuartel en la misma ciudad, los que nos habían detenido eran agentes del
Mossad, el servicio secreto israelí.
-
¡Parece increíble Juanjo!. Sólo te
falta tener contactos con la CIA.
-
Ahora te ríes pero me tenias que
haber visto sentado en ese cuartel, me separaron del dependiente de la tienda y
un oficial me pidió el carnet, al ver mi permiso empezaron a interrogarme,
hacía tiempo que vigilaban la tienda y del que sospechaban más era del otro
hombre, yo estaba inmerso en un mar de dudas ¿era mejor que contara la verdad?
¿Esperaba a ver qué pasaba? Lo que
realmente me daba miedo era volver a la cárcel, de momento me tenían encerrado
en una habitación y cada día me interrogaban, uno de los oficiales harto ya de
mí me dijo que “mi amigo ya había confesado”,
yo no le creí, le contesté que era imposible que les hubiera dicho nada
porque no me conocía, no sirvió de nada a él lo dejaron en libertad, además me
dijeron que ya sabían que yo no era judío, se habían fijado que no había rezado
ningún día, me preguntaron si sabía alguna
oración de la Torá, era increíble que ni en Rusia ni en Egipto se me hubiera
ocurrido que me podían descubrir por una cosa tan obvia, se me ocurrió
contestar que no sabía ninguna porque era un judío no practicante. No me
creyeron me amenazaron con matarme si no hablaba, estaba realmente asustado, pensándolo
fríamente no me importaba mucho que me mataran, lo que me daba miedo eran las
torturas a las que podían someterme antes de morir, armándome de valor le pregunté al oficial si contándoles la verdad
me perdonarían, contestó que podía contar con eso y un premio si lo que les
contaba era interesante. No tuve más remedio empecé a contar mi historia desde
Rusia a Jerusalén, ellos iban grabando mientras yo hablaba y hablaba. Cuando
acabe de contarles mi increíble vida me metieron dentro de un furgón y me
llevaron a Tel Aviv, me encerraron en otra habitación y me dejaron allí una semana hasta que vino a
buscarme un hombre vestido de paisano con otros dos oficiales, quisieron
aclarar algunos detalles de la declaración. Me dieron dos opciones trabajar para ellos y descubrir la gente que
trabajaba para los países árabes o 20 años de condena. Accedí a trabajar con
ellos, les dije que por el momento no tenía ningún colaborador árabe aun no
había establecido ningún contacto, tampoco había mandado ningún informe a
Egipto, tuvieron que dejarme libre para que yo pudiera enlazar con alguien,
también me proporcionaron informes falsos para que los enviara a Egipto, era
como seguir trabajando para los árabes pero traicionándolos, me advirtieron que
no hiciera ninguna tontería iban a vigilarme de cerca. Como tapadera me dejaron
seguir como oficial en telecomunicaciones pero en realidad no hacía nada,
empecé a buscar al tal Mohmud Abas, volví otra vez a la tienda, el dependiente
me dio evasivas otra vez, no quería más problemas, intenté convencerle
diciéndole que yo no les había dicho nada a los oficiales israelíes, accedió a
mi petición me dijo que fuera pasando por la tienda por si se enteraba de algo,
no me gusto su actitud pero yo no podía hacer nada más. Lo que realmente me
interesaba era saber quien me vigilaba, la única manera de esquivarle era
conocerle, un día vi a una chica que me resultaba familiar, seguro que era
ella, pude confirmar mis sospechas al verla junto a otro que también me
vigilaba, intenté esquivarlos, no lo conseguí, tenía que trazar alguna
estrategia para poder escapar.
-
¿Y qué hiciste?
-
Nada, necesitaba pensar, volví al
cuartel donde ya me esperaban para preguntarme si había conseguido algún
contacto, les dije que necesitaba más tiempo y me dejaron tranquilo. Cuando por
tercera vez volví a la tienda, el dependiente me hizo esperar, después de mirar
la calle varias veces cerró la puerta con llave y me indicó que le siguiera. Me
llevó hasta una casa, al entrar me recibió un hombre alto y delgado que dijo
ser el señor Mahmud, me dijo que sabía lo que hacía y que me habían detenido,
lo que desconocía era que me habían descubierto, valoraban mucho que estuviera
infiltrado en el ejército creían que así
le podría facilitar información militar, le conté que estaban a punto de
despedirme, él me dijo que intentara quedarme por todos los medios, me informo
que mi contacto en el futuro sería una chica llamada Layla, trabajaba en una
escuela de maestra, debía ir a verla y ofrecerle la información que tuviera,
antes de irme me dio un sobre con dinero para que buscara un apartamento. Al
volver al cuartel rápidamente informe de lo ocurrido, quisieron ponerme agentes
de apoyo pero me negué alegando que trabajaba solo. Me ofrecieron una casa
pequeña dotada de equipos de vigilancia, tenía dos habitaciones, un comedor, el
baño y un pequeño jardín repleto de flores, estaba perfectamente amueblada, por
fin podía disfrutar de una casa en condiciones aunque la situación no fuera muy
propicia, una vez instalado empecé a buscar
a mi nuevo contacto. Fui a la escuela donde me dijeron que trabajaba
Layla, una vez allí pregunté por ella haciéndome pasar por un familiar en ese
momento estaba dando clase y tuvieron que ir a buscarla a una de las aulas, cuando por fin apareció no supe
reaccionar, era una chica muy joven de unos veintidós años, vestía al modo
musulmán con xador en la cabeza, yo me quede de pie mirándola sin poder
reaccionar, no sé ni cómo nos presentamos, por mi cabeza sólo pasaba una
pregunta ¿cómo era posible que Dios pudiera crear un ser tan bello?. Balbuceando le dije que esperaría fuera a que
ella acabara las clases y así podríamos hablar. Espere emocionado como un
colegial, cuando vino fuimos a dar un paseo, le explique donde vivía para que
pudiera contactar conmigo más fácilmente, la verdad es que a mí en esos
momentos poco me interesaban los contactos que pudiéramos establecer por
motivos “laborales”, parece increíble pero me había enamorado de ella ¡no me
mires así! Me enamoré a primera vista como sólo sucede en las historias
románticas.
-
¿Cómo en las películas?.
-
Cómo en las películas, pero
mientras volvía a casa me di cuenta que yo no estaba viviendo una película, la
mujer de la que me había enamorado era a la que tendría que acabar
traicionando, ¡ella iría a la cárcel por mi culpa!. En Rusia había estado
enamorado de Catherin pero esto era totalmente distinto, a partir del día en
que conocí a Layla mis horas estaban ocupadas pensando estrategias para verla,
salimos varios días para hablar de “trabajo”, ella hablaba y hablaba de la
historia de Palestina invadida por los judíos que lo único que querían era
hacer un país grande y acabar echándoles de sus tierras, yo la escuchaba
atentamente pero en el fondo estaba muy preocupado la situación en la que estábamos
era muy peligrosa, empecé a preguntarle por la gente que ella conocía y porque
se había metido en esta historia, mi intención era ponerme en contacto con los
demás y que ella se apartara del tema, no hubo manera, la única alternativa que
se me ocurrió fue empezar a buscar a sus contactos por mí mismo, conseguí
conocer a cuatro de ellos, al mismo tiempo intente descubrir todos los micrófonos que había en mi casa
para saber en qué sitios era peligroso hablar, también conseguí desviar una
línea telefónica del cuartel hasta mi casa para poder tener más información de
los judíos. Tenía que trabajar en dos direcciones, los del Estado Judío querían nombres, números de
personas y objetivos y los árabes planos
e infraestructuras militares, número de soldados... Yo sabía que aunque
descubriera a toda la red, no cambiaría mi situación siempre seguirían utilizándome para sus
fines.
Recuerdo la primera vez que Layla vino a mi
casa, me había preguntado si vivía solo cuando nos conocimos, por eso al venir
a mi casa trajo varias cosas para hacer
una comida casera, poco a poco dejo de lado su timidez inicial y empezó a hablarme como a un amigo
¡Y yo locamente enamorado! ¡Cómo era posible si tan sólo hacía dos semanas que
nos conocíamos!. Quedamos en vernos otro día para darle los planos del cuartel,
yo ya les había explicado a mis superiores judíos que mi contacto me lo había
pedido, me proporcionaron uno falso, pero les engañe y por mi cuenta me hice
con el plano correcto, me quede los dos y le di a Layla el falso, me pidió que
intentara conseguir más información sobre el cuartel, fue el día que le dije
que quería hablar con ella para comentarle un tema personal, mientras esperaba
el ansiado día, empecé a estudiar toda la ciudad, todas las maneras posibles
para poder escapar.
CONTINUARA ………………………………………………………………..